La Carmela, hidroeléctrica que resurge como Centro Cultural

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El Sur-Poniente de la Angelópolis atesora una de las edificaciones más representativas en la historia de Puebla: una planta hidroeléctrica que, tras seis décadas de abandono y gracias una intervención urbanística, resurgió como el Centro Cultural “La Carmela”.

La expansión de la industria textil en el siglo pasado hizo necesaria la operación de fábricas y, con ello, de plantas generadoras de electricidad.

De ahí surgió esta planta que, en conjunto con la Carmelita, formaron parte de un complejo hidroeléctrico que fue construido a orillas del río Atoyac. Su edificación data de 1906, diseñada por el ingeniero italiano Carlos Mastretta Magnani y debe su nombre a Carmen Romero Rubio, esposa del general Porfirio Díaz.

Este complejo que ahora forma parte del patrimonio industrial del estado, abasteció en su momento de energía al corredor industrial constituido por la Fábrica San José Mayorazgo y el Complejo Textil Atoyac.

Tatiana Cecilia Rosales Valerdi, responsable de Talleres del Centro Cultural La Carmela, explicó a MULTIMEDIOS Puebla la relevancia de este espacio y del ingenio que requirieron las textileras para producir la energía necesaria que propició el desarrollo de esta industria.

“La planta se edificó con el objetivo de aprovechar una caída de agua de 18.6 metros de altura y cerca de diez mil litros de agua por segundo corrían por este lugar para la generación de energía eléctrica. El agua del río Atoyac pasaba por la presa Carmelita alimentando la estación hidroeléctrica del mismo nombre y se comunicaba a través de un canal con la planta La Carmela”.

Con el paso del tiempo, esta planta se convirtió en una de las más importantes, toda vez que abasteció energía a las primeras fábricas textiles mecanizadas del país.

Durante la Revolución Mexicana, esta infraestructura tuvo usos intermitentes hasta que en 1956 cerró sus puertas al no ser rentable.

Rescate histórico

El lugar quedó en el abandono por 60 años y, gracias a un programa de mejoramiento urbano en 2021 con una inversión de 75 millones de pesos, se logró su rescate aprovechando los muros y el cauce de sus aguas.

“Después de ser un basurero y casa de personas en condición de calle, se logró su rescate. Es importante que la gente conozca la historia de este complejo, es un lugar ícono, la gente le da gusto ver cómo ha cambiado este lugar”, comentó Rosales Valerdi.

El complejo que se localiza en San Isidro Castillotla, a unos 35 minutos del Centro Histórico de la capital poblana, actualmente abarca una extensión de tres hectáreas que albergan un Museo de Sitio, siete módulos donde se imparten talleres permanentes al público; un foro al aire libre para actividades culturales y conciertos, una biblioteca con más de cuatro mil ejemplares, así como una cineteca, áreas para picnic, consultorios médico y una pista de skate, todo para el disfrute de los habitantes de la zona y visitantes; además, es sede del Instituto Estatal de Educación para Adultos (IEEA).

Este complejo ha sido nominado en diversos concursos nacionales e internacionales en la modalidad de paisaje urbano.

La Carmela consta de dos edificios: el primero conocido popularmente como “El Castillo”, el cual, sobresale como la parte más emblemática del complejo por sus características arquitectónicas. La construcción de este edificio se dio posterior al proyecto de la hidroeléctrica y se cree que en la época de la Revolución Mexicana fue usado como punto vigía. Desde su fachada se aprecian las guías por donde corrían las compuertas y diversos elementos para la conducción del agua.

El cuarto de máquinas Ágora, es la segunda edificación que actualmente resguarda parte de la infraestructura responsable de generar la energía eléctrica.

El Museo de Sitio exhibe algunos de los objetos que formaron parte de la instalación original de La Carmela. Aunque son pocas las piezas debido al saqueo que por años padeció este recinto, es posible apreciar aisladores eléctricos de cerámica, así como piezas metálicas. También se exhiben réplicas de fotografías que dan cuenta de la instalación original de la planta, así como de los trabajadores que estuvieron presentes al cierre de la planta y vestían ropa de la época; además de documentos que constan la existencia de la planta como pago de impuestos por un monto en el año 1942.

A un costado de este edificio es posible observar los restos de lo que fue una vivienda y los materiales que se ocuparon en su construcción.

Al centro de la fachada norte del Ágora, se encuentra una placa original alusiva al periodo de construcción y de quienes estuvieron a cargo de la obra.

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